Por Salvador Martínez Rolón
Maximiliano jamás imaginó que un día, de manera repentina, el temor a lo desconocido lo envolvería en un ambiente indescriptible.
-“¿De qué misterio se trata, Dios mío?”
Esta noche, al igual que las anteriores, le resulta imposible dormir. Son las tres de la mañana. Procurando que su esposa no despierte, sale de la habitación, dirigiéndose a la azotea.
-“¿Qué es lo que debo hacer?”
Tiembla. No sabe si se debe al frío o al miedo que lo atormenta. Mira hacia el cerro envuelto en las tinieblas.
-“¿Habrá caído ya la roca?”
Sostiene unos binoculares con ambas manos. Lentamente los enfoca. Observa durante largo rato, para luego apartarlos.
-“Oscuridad solamente, pero sé perfectamente que hay algo más”.
Minutos después, sin encender la luz, se pasea por la sala. Con coraje, estrella los puños entre sí.
-“¡Maldita sea! ¿Habrá alguien que crea en mis palabras?”
De pronto, la voz de su esposa rompe el silencio que lo rodea.
-“¿Sigues sin poder dormir?”
-“¿Eh? ¡Lorena! Disculpa...no... no quise despertarte, pero...”
-“Ha sido igual en todas estas noches. ¿Qué es lo que te pasa? ¿Hay problemas en el negocio? ¿Sigues enojado por el desabasto de gasolina?”
Maximiliano hunde las manos en los bolsillos de su bata. Espera unos segundos. Se relaja un poco.
-“Trataré de explicarte. Después de que me escuches podrás creer en mis palabras o... o considerar que estoy loco”.
-“Habla entonces”.
-“Sucedió recientemente, una mañana, cuando salí a trotar. Seguí por una brecha diferente, en el cerro. Te parecerá absurdo, pero me perdí. Buscando el camino de regreso me encontré cerca de una enorme roca que parecía cubrir la entrada a una cueva”.
Hace una pausa, toma aire y continúa hablando.
-“Me acerqué. Escuché ruidos extraños, combinación de lamentos, golpes y gruñidos. La roca empezó a vibrar, como si una fuerza poderosa la empujara. Me alejé corriendo. Logré orientarme y regresé. Desde entonces, cuando puedo quedarme dormido, aunque sea un poco, sueño que me persiguen figuras horripilantes que salen de esa cueva”.
Lorena no logra entender lo que su esposo intenta decirle.
-“¿Supones que en ese lugar habitan seres infernales?”
Maximiliano, desesperado, enciende una lámpara.
-“¡No puedes entenderme y la verdad es que no te lo reprocho!”
-“Es que todo resulta fantástico”.
-“¡Dentro de esa cueva se oculta algo espantoso, algo que quedará libre cuando la roca se desprenda! ¡No puedo decir si se trata de demonios, monstruos o zombis, pero sea lo que sea, nos conducirá a un mundo de terror!"
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