Por Salvador Martínez Rolón
En su cama, Silvina tiembla de pies a cabeza. El escalofrío es insoportable. Su hija Rocío mira el termómetro.
-“No entiendo. No tienes fiebre. ¡Me dijeron en la farmacia que este es el medidor más moderno! Les llamaré por teléfono para que lo cambien”.
Con un débil movimiento de su mano derecha, la señora le indica que espere.
-“Podrán traerte todos los termómetros que tengan en existencia, y el resultado será el mismo”.
La chica no comprende las palabras de su madre.
-“Entonces necesitas análisis, porque no...”
Silvina se incorpora. Da un sorbo al vaso de agua que tiene sobre el buró.
-“¿Qué es lo que te pasa, mamá? Estoy segura de que lo sabes. No es normal ese escalofrío que tienes desde el viernes, cuando regresé de Nueva York”.
Su madre la mira con temor.
-“¿Quieres que te diga la verdad? ¡Pues esa es!”
-“¿Esa? ¿A qué te refieres?”
-“Lamento decirlo, pero estoy así desde que regresaste”.
La muchacha, sorprendida y molesta, deja el termómetro sobre la cama.
-“¿Quieres decir que te he contagiado alguna enfermedad? ¡Por favor, si soy la salud en persona!”
Silvina trata de relajarse.
-“No me entiendes. Me duele lo que acabo de decirte, pero todo empezó hace cuatro años, con la actitud de tu gato ‘Benitín’. Supongo que lo recuerdas”.
Una expresión de enfado aparece en el rostro de Rocío.
-“¿Vas a decirme lo mismo? ¿Que a cambio de concederle siete vidas, el diablo le pide al gato el alma de su amo?”
-“¡Así es!”
-“¡Claro, y el ingenuo animal acepta, pero le dice que cumplirá con esta condición cuando el demonio cuente los pelos de su cola! ¡Sencillito! ¿Quieres verme la cara? Utiliza otro argumento para indicarme que no me quieres en tu casa”.
-“¿Olvidaste el comentario que hiciste cuando volviste a ver a tu mascota? ¡Dijiste que parecía tener unos meses de nacido!”
-“Fue un simple comentario. Está sano y fuerte porque lo alimentas bien y tiene atención del veterinario”.
-“¡Lo que tiene es un pacto con el diablo!”
-“¡Creo que estás más enferma de lo que suponía!”
-“¿Sí? ¿Y por qué me exigiste que guardara todas mis imágenes religiosas?”
Rocío retrocede. Repentinamente palidece.
-“Yo... es que...”
Silvina se pone de pie con dificultad.
-“Todo este tiempo he vivido angustiada, pero desde que volviste he confirmado mis temores. ¿Quieres conocer el motivo de mi escalofrío? ¡Es porque veo al diablo a tus espaldas! ¡Está esperando el momento de llevarse tu alma!”
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