Por Salvador Martínez Rolón
Después de media hora de insistir, Nahuel, un hombre de edad madura, logra abrir los viejos y pesados candados de la enorme puerta de roble. A diferencia de él, sus invitados portan mascarillas y lentes especiales.
-“Es un gran momento. Después de 175 años esta puerta volverá a abrirse. Sólo falta accionar el último mecanismo de seguridad. Permítanme un momento”.
Ante la mirada interrogante de los presentes, avanza hacia el extremo opuesto, deteniéndose ante un cuadro que presenta la imagen de un desierto. Lo aparta, dejando al descubierto una palanca oxidada.
-“¡Espero que todavía esté en condiciones de funcionar, porque de lo contrario todo quedará en una simple intención!”
Uno de los invitados le ofrece ayuda, pero cortésmente la rechaza.
-“Muchas gracias, pero yo me encargaré. Es usted muy amable”.
Posa ambas manos en la palanca y presiona. No obtiene resultados.
-“¡Creo que será más complicado de lo que esperaba!”
Arnulfo, uno de los integrantes del grupo, se acerca.
-“Tal vez la solución sea aplicarle un poco de aceite”.
Nahuel sonríe.
-“No será necesario. Observen”.
Presiona nuevamente, ahora con más fuerza. La palanca se mueve, produciendo un sonido escalofriante que más parece un lamento. Al mismo tiempo la puerta empieza a abrirse.
-“¡Lo sabía, mis amigos! ¡Un poco más y podremos entrar!”
Logra que la palanca baje totalmente. La puerta queda abierta.
-“¡Ya está! Ahora veremos cosas muy interesantes”.
El grupo mira hacia el interior. Todo está en tinieblas. Surge un olor insoportable. No lo perciben gracias a las mascarillas. Nahuel no experimenta efecto alguno.
-“No se preocupen. Entraré para encender antorchas. Me seguirán y se convencerán de la realidad de la magia negra, pero no teman”.
Ingresa. Dos metros adelante enciende la primera antorcha. Los invitados se encuentran ante figuras grotescas colocadas junto a los muros.
-“¡Ahí las tienen! ¡Horrendas figuras de piedra que mis antepasados dejaron aquí!”
Los integrantes del grupo se miran inquietos.
-“No se asusten. Seguramente se preguntarán quiénes son los que desde hace muchos años quedaron en estas condiciones, ¿verdad? ¡Se trata de seres humanos que osaron burlarse de la magia negra y el satanismo!”
Nahuel avanza con paso firme, encendiendo otras antorchas, mismas que proyectan sombras pavorosas. Se escucha un fuerte ruido. Se dan cuenta de que la pesada puerta se ha cerrado a sus espaldas. Hay voces de alarma. Nahuel vuelve a sonreír.
-“Ustedes están aquí por su voluntad, ¿cierto? Puedo afirmar que varias veces escucharon decir que soy un demente. ¡Pues les digo que es verdad! ¡Esas mascarillas les han hecho inhalar una sustancia imperceptible y pronto perderán el conocimiento! ¡Se quedarán aquí hasta convertirse en figuras como estas! ¡Al fondo está otro mecanismo que accionaré para escapar!”
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